No existe significado sin una mente que lo interprete

     Estudios recientes, desarrollados en el campo de la neurociencia, revelan que la velocidad de procesamiento de información del sistema nervioso no consciente supera toda imaginación humana. Resulta fácil entonces, caer en un realismo ingenuo y pensar que nuestra observación es pura, objetiva, no contaminada.

     No obstante, toda observación implica ya, en palabras de De Beauport (1999), una interpretación; es decir, una inserción en un esquema o marco referencial que le da sentido. Esto no es un obstáculo para el estudio científico, como temía Bacon, sino más bien una mediación necesaria en la cual preexisten unos factores estructurales del pensamiento y un entramado mental constituyente que interactúan con una realidad exterior que, en términos de la Gestalt, tiende a sugerirnos la figura, mientras nosotros le ponemos el fondo; llámese éste contexto, referentes o marco teórico.

     Nunca podremos tener un conocimiento objetivo del significado de cualquier expresión de la vida humana, sostiene Gadamer (en Martínez, 1998), ya que siempre estaremos influidos por nuestra condición de seres históricos, con nuestros modos de ver, con nuestras actitudes y conceptos ligados a la lengua, con nuestros valores, normas culturales y estilos de pensamiento y de vida.

     Sin ánimo de asumir posiciones taxativas como la anterior, debo insistir en que lo expuesto induce al investigador, tanto de las ciencias naturales como el de las ciencias sociales, a aproximarse a la realidad no como la tabula rasa de Locke, sino con expectativas y prejuicios sobre lo que pudiera ser el objeto observado. En esa aproximación surge, casi de forma instantánea e inconsciente, la interpretación. Simultáneamente, empieza a emerger una o varias explicaciones anticipadas que nos permiten dar cuenta de los hechos o acontecimientos observados (Whitehead, 2000).

     Esas explicaciones que surgen, son suposiciones que hacemos con base en las observaciones y conocimientos que tengamos de los hechos que pudieran estar generando un fenómeno o problema. Esto sucede porque la mente humana difícilmente trabaja en ausencia total de hipótesis según aduce Martínez (ob.cit). Este autor continúa diciendo que tampoco se formula una hipótesis a verificar, ya que se está abierto a todas las hipótesis plausibles y se espera que la mejor emerja del estudio de la información y se imponga por su fuerza convincente, durante el desarrollo de una investigación cualitativa.

     Es así como las notas cotidianas del investigador cualitativo, por ejemplo, nacen de la interacción entre el observador y la realidad observada, por lo que constan de dos elementos; la descripción de los hechos o acontecimientos y la interpretación dada por el investigador a los mismos con sus impresiones, reflexiones y reacciones.

     Una persona con actitud científica percibe las mismas realidades que la persona común y procura observarlas para tratar de comprender el cómo, el por qué de su naturaleza y para aprehender sus elementos constitutivos. En estos términos la observación depende, en gran medida, de los sentidos.

     Aun cuando hay serios cuestionamientos sobre la existencia de hipótesis en los estudios cualitativos; muchos de ellos empiezan con la formulación de varios supuestos sobre posibles respuestas o soluciones a los problemas que se van a tratar (Rebolledo, 2000). En este punto es pertinente dar un vistazo al diccionario de la Real Academia Española (RAE) e insertarse en la definición de hipótesis. Ésta es explicada como una suposición sin pruebas que se toma como base de un razonamiento científico.

     A mi modo de ver, y en atención a lo expuesto, asumo que existe por lo menos una hipótesis interpretativa en la investigación cualitativa. La misma no condiciona ni induce el trabajo de investigación en las ciencias sociales y humanas; por el contrario, lo guía y se va modificando durante todo el proceso, para no estrechar nuestra perspectiva y visión de la realidad. Siendo así, el significado no se descubre, sino que se construye tal como lo afirma Sandín (en Mendoza Suárez, 2004). Luego no existe significado sin una mente que lo interprete.

 
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