No obstante, para explorar las experiencias de otros, el investigador ha de asumir la posición de observador, una de las más primitivas identidades del científico social, la cual le impone una doble tarea: por una parte, construir una manera de mirar más adecuada a la especificidad de las ciencias humanas y, por la otra, imaginar una forma distinta de validar el conocimiento; ya no por la supuesta correspondencia entre los datos y los hechos, sino más bien por la confrontación entre las subjetividades, como vía para comprender al Otro.
Sin embargo, el investigador requiere desarrollar un profundo sentido de autoconciencia para cualificar su propio “yo”, como centro de su capacidad interpretativa. Ello constituye una condición sine quanon para acometer, con éxito, otra de sus más polémicas identidades; la de hermeneuta. Más que polémica, compleja diría yo, pues en esta posición identitaria lo subjetivo y lo objetivo se componen y se recomponen en un intento por suspender todo juicio valorativo y plasmar así una idea lo más fiel posible de la realidad.
Es así como los significados construidos y en construcción toman un particular interés para el científico social quien aspira explorar, comprender e interpretar la naturaleza de un fenómeno social a través del tipo de dato recogido, enunciado mediante el lenguaje en su mayor parte y, obtener descripciones verbales que ayuden a la comprensión del fenómeno. Esta capacidad de entretejer una red de significados que dan cuenta de la complejidad del objeto de estudio y que solo pudieran ser corroborados por el consenso o el disenso de los mismos actores es, a decir de Hammersley y Atkinson (1996), lo que realmente caracteriza al etnógrafo.
Esa identidad situada le permite al investigador observar y a la vez registrar todo cuanto sucede con los actores sociales. El trabajo del etnógrafo toma, en ese sentido, la forma de la escritura lo que le permite al investigador estar fuera y dentro del objeto de estudio (Cornejo, 2006).
Al llegar a este punto, es preciso aclarar que existen en la actualidad, otras identidades del investigador social producto del advenimiento de la postmodernidad tardía, difícil de abordarlas en los modestos límites de este texto. Sin embargo, he llegado a una reflexión en relación con el tema y que como ponente expuse en el I Congreso Regional de Investigación y Pedagogía auspiciado por la UPEL-IPB en colaboración con otras universidades del Estado Lara. En Dicha reflexión interpreto que si el investigador social es parte constituyente y constitutiva de su objeto de estudio, es decir, la realidad social entonces su identidad es claramente parcial.
Aunque muchos autores han visto en ello una debilidad que apareja la investigación social, asumo que es precisamente esa identidad parcial la que le permite al científico social dar cuenta de la realidad social, constituirla e incluso modificarla.
REFERENCIAS
Cornejo, M. (2006). Conocimiento Situado y el Problema de la Subjetividad del Investigador/a. Cinta de Moebio. Disponible en: www.facso.uchile.cl/publicaciones/moebio/45/cruz.html
Díaz, L. (2011). Visión Investigativa en Ciencias de la Salud. Valencia, Venezuela: IPAPEDI.
Hammersley, M. y Atkinson, P. (1996). Etnografía. Métodos de Investigación. 1era edición.Traductor: Mikel Aramburu. España: Paidós.